Es alucinante cómo hoy en día nos pasamos la vida obsesionados con las mismas obras de arte de siempre. Y la verdad, me tiene tan intrigado como preocupado. No es más que el primer paso para no ser nadie en el futuro. Deberíamos estar como locos y fanatizados por las ideas nuevas y rompedoras en el arte, pero lejos de eso, parece que estamos atrapados en lo mismo de siempre, ignorando lo que reclama nuestra generación.
Es curioso cómo hemos convertido algunas obras en, literalmente, productos de consumo masivo. Medimos el valor del arte por su reconocimiento o historia más que por su capacidad de conmover o revolucionar. Y es que en esto siempre hay algo más. La mayoría se conforma con una mirada superficial a las obras consagradas, mientras pasa completamente de la riqueza y profundidad del arte actual, una actitud injusta y frívola. Piensa que todo el mundo hace fotos a las obras, pero pocos se paran a intentar entenderlas de verdad. Lo peor es que esta obsesión con lo clásico hace que mucha gente desprecie el arte contemporáneo. Es irónico, ¿no? Vivimos enganchados a la novedad en casi todo, pero cuando se trata de arte, nos volvemos super conservadores. Parece que nos da miedo formar nuestra propia opinión sobre el arte actual y preferimos quedarnos con lo que ya sabemos que a todo el mundo le gusta. Inconscientemente adoptamos comportamientos y opiniones de gente a la que consideramos superior a nosotros, en plano económico, intelectual...ya me entendéis.
A todo esto. ¿Alguien piensa de verdad que lo que está pasando con los museos tiene arreglo? Ya directamente son una especie de parques temáticos. Y a medida que avanza la tecnología, la oscuridad se cierne sobre nosotros sin que podamos hacer nada. La gente hace cola durante horas para ver obras de grandes maestros, pero pasa de largo por las salas de arte contemporáneo. ¿Acaso Georges Vantongerloo no lo es? Al final, muchos van al museo más por indicador social que para disfrutar del arte.
Lo gracioso es que esas obras que ahora adoramos, en su momento fueron revolucionarias y mucha gente no las entendía. Esos artistas del pasado obviamente también eran los rebeldes de su época, pero parece que se nos ha olvidado. Nos han impuesto la venda que nos impide ver el potencial del arte actual, y esta actitud no solo hace que nos perdamos un montón de cosas interesantes, sino que también está perjudicando a los artistas de hoy. Imagínate ser un artista actual y enfrentarte a un público que solo quiere ver lo mismo de siempre. Debe ser frustrante.
Apreciar el arte del pasado está genial, creo que todo el mundo sabe de su importancia, pero eso no significa que tengamos que ignorar lo que se está haciendo ahora. La grandeza en el arte no tiene fecha de caducidad, y el valor de una obra va mucho más allá de todos esos prejucios, en todos los sitios hay estafadores. Pero bueno, dicho esto, el reto está en encontrar un equilibrio. Podemos disfrutar de las obras clásicas y al mismo tiempo estar abiertos al arte contemporáneo. Solo así podremos tener una cultura artística más rica y un gusto que realmente represente nuestro tiempo. ¿No sería mucho más interesante?
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