Cuando nos enfrentamos a una obra de arte contemporáneo que nos deja rascándonos la cabeza, en lugar de simplemente rechazarla como "basura pretenciosa", a lo mejor podríamos preguntarnos qué nos está diciendo sobre nosotros mismos y sobre el mundo. ¿Qué emociones o pensamientos nos provoca? ¿Por qué nos sentimos incómodos o desafiados por esta obra en particular? Te aseguro que no es por fealdad.
Adorno, ese tipo con nombre amable a priori, era un cabrón en el mejor sentido que puede tener esa palabra. Uno de los mejores pensadores y críticos de arte europeos, un tipo que sabía lo que hacía, y pasó a la historia porque nadie como él supo explorar las profundidades de la experiencia estética, la dialéctica negativa y la construcción de lo estético en el arte. Pero...¿Qué significa eso? Bueno, básicamente que entendía que el arte no es solo algo que vemos, sino algo que nos hace reflexionar sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea.
Veamos un poco más de cerca la idea de la dialéctica de la interioridad1. Adorno argumentaba que el arte nos confronta con nuestras propias contradicciones internas, y nos hace cuestionar nuestras creencias, nuestros valores, nuestras emociones más íntimas. Y todo esto ocurre a través de una simple obra de arte. ¿Esto de verdad es importante? Sí, si lo es porque nos obliga a mirarnos a nosotros mismos de una manera más crítica y reflexiva, nos expulsa de manera brusca de nuestra zona de confort y nos enfrenta a la complejidad del mundo que habitamos, y eso, queridos amigos, es una experiencia poderosa y transformadora.
Ahora, hablemos un poco sobre cómo esta idea se aplica al arte contemporáneo. Hoy en día, el arte tiende a ser más abstracto y conceptual, lo que significa que a menudo es más difícil de entender para el público en general, pero aquí es donde la dialéctica de la interioridad de Adorno puede ser especialmente útil. ¿Por qué algunas personas rechazan esta mirada hacia adentro y la reflexión? Hay una explicación fascinante: aquellos que son convencionalistas, ignorantes e insensibles tienden a temer la expresión porque los confronta con su propia humanidad. Inconscientemente les hace ver que también son humanos. Es como si el arte contemporáneo actuara como un espejo que refleja nuestras debilidades y vulnerabilidades, algo que puede resultar aterrador para aquellos que prefieren mantener una fachada de seguridad y control. Y aquí es donde entran en juego los mecanismos de defensa y el narcisismo. ¿Cómo enfrentamos las verdades incómodas que el arte contemporáneo nos revela sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea? ¿Es posible dejar de lado nuestro ego y permitirnos ser vulnerables ante la experiencia estética?
Al final del día, el arte es subjetivo, y lo que puede resonar conmigo puede no resonar contigo, y está bien...lo importante es estar dispuestos a abrirnos a nuevas experiencias, incluso si son un poco confusas, desconcertantes o se quedan fuera de tu conocimiento o control.
Así que la próxima vez que te encuentres frente a una obra de arte que te deje perplejo, recuerda la dialéctica de la interioridad de Adorno. Sumérgete en la experiencia, haz preguntas, reflexiona sobre lo que te hace sentir; tu piensa que el arte no se trata solo de lo que está dentro del marco, sino más bien de lo que puedes sacar de fuera de él.
1Adorno, T. W. (2015). Teoría estética: Obra completa 7. Ediciones Akal.
Texto por Suso Barciela © 2024
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