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Cazadores de Corazones

 



Está claro que el arte ha encontrado un buen espacio de expresión (si no el mejor) a través de las redes sociales. Sin embargo, esta proliferación de plataformas digitales ha dado lugar a una tendencia preocupante: el surgimiento de un arte superficial, cuyo único propósito parece ser la obtención de "me gusta" y reconocimiento efímero en la esfera virtual. Y esto es algo que me plantea interrogantes sobre la autenticidad del arte en esta era de la superficialidad y la inmediatez.

Estos malos comentarios al arte superficial no solo se centran en la falta de profundidad conceptual, sino también en la pérdida de la esencia misma del arte como medio de expresión creativa y reflexión. Ahora estamos en un mundo donde la atención se mide en segundos y la viralidad prevalece sobre la calidad, tentando a los artistas emergentes a crear obras que se ajusten a los gustos populares, sacrificando su originalidad y la autenticidad en el proceso. Esta superficialidad también se relaciona con la falta de compromiso con temas más profundos y relevantes en la sociedad, pues normalmente están volcadas a lo puramente estético, desvinculadas de cualquier mensaje social o político, contribuyendo a la percepción del arte como una mera forma de entretenimiento, en lugar de una herramienta poderosa para la reflexión, el cambio y la expresión.

Paralelamente, esto -casi sin querer- se entrelaza con la exclusión sistemática de artistas emergentes en el ámbito artístico o panorama actual. Aunque las redes sociales hayan democratizado el acceso a la visibilidad, la realidad es que los sistemas establecidos continúan ejerciendo un control significativo sobre quiénes tienen acceso a galerías, exposiciones y oportunidades de crecimiento artístico. Estos artistas emergentes a menudo enfrentan barreras significativas para ingresar a las esferas tradicionales del arte, las galerías establecidas suelen favorecer a artistas con carreras consolidadas o conexiones dentro de la industria, dejando a los talentos emergentes en un limbo artístico...destinados a pasar desapercibidos por quién sólo ve negocio en esto. La exclusión no solo limita las oportunidades de crecimiento para los artistas emergentes, sino que también empobrece la diversidad de voces y perspectivas en el panorama artístico, lo que acentúa la superficialidad del arte, que se convierte en un reflejo sintomático de un sistema que sacrifica la popularidad instantánea por la calidad y la autenticidad. Artistas bajo presión que sólo persiguen el corazón de Instagram e interacciones (que no feedback) llevan a una estandarización del arte, dónde la originalidad y la experimentación son desamortizadas en aras de la aceptación masiva;un fenómeno cada vez más normalizado y que crea un círculo vicioso donde los artistas, temerosos de la falta de reconocimiento, optan por fórmulas probadas en lugar de arriesgarse con nuevas ideas y enfoques.



La cuestión central radica en la percepción del arte como una mercancía impulsada por la demanda digital, más que como una forma de expresión cultural, y a medida que la exclusión de artistas emergentes persiste, la homogeneización del arte en las redes sociales se intensifica. Los artistas emergentes, al no tener acceso a las mismas plataformas y oportunidades que sus contrapartes establecidas, enfrentan dificultades para destacar entre el mar de contenido digital...Y ya sabemos cómo se hace esto. Esta dinámica refuerza la narrativa de que el arte de calidad solo puede provenir de aquellos que ya han ganado reconocimiento, perpetuando un ciclo de exclusión que limita la diversidad y la innovación en la escena artística. La falta de diversidad en el arte también se ve exacerbada por la falta de representación de diversas identidades y perspectivas en las plataformas digitales, y el posicionamiento hace que la visibilidad siga siendo desigual. La falta de representación no solo afecta a los artistas emergentes, sino que también contribuye a una narrativa artística sesgada y limitada. Es cuando todo esto se convierte en un llamado a la reflexión sobre la dirección que está tomando el arte contemporáneo. 

¿Estamos sacrificando la calidad y la autenticidad en aras de la popularidad momentánea? ¿Cómo podemos garantizar que el arte no se convierta en una cáscara vacía de significado y reflexión?

La respuesta a estas preguntas radica en la necesidad de un cambio cultural en la apreciación del arte, están ansiosos de ganar y generar resultados, cuando quizás el primer paso sería pensar que primero los espectadores deben aprender a valorar la originalidad, la profundidad conceptual y la autenticidad sobre la estética superficial y cómo funciona la popularidad efímera. Al mismo tiempo, las instituciones artísticas y las plataformas digitales deben trabajar para desmantelar las barreras que excluyen a los artistas emergentes y perpetúan la falta de diversidad en el arte. Queremos ver cosas nuevas.

Es crucial reconocer que la democratización del arte no puede limitarse solo al acceso a las plataformas digitales; debe extenderse a la participación significativa en la escena artística global, los sistemas de apoyo a artistas emergentes, la promoción de la diversidad y la inclusión, y la educación del público en la apreciación del arte auténtico son pasos fundamentales hacia un cambio significativo en la dinámica actual. No quiero que nadie que lea mis palabras que esto es simplemente una condena, es un llamado a la acción. Es una invitación a artistas, espectadores, instituciones y plataformas digitales a reconsiderar el propósito y el valor del arte en la sociedad contemporánea. La autenticidad, la diversidad y la profundidad conceptual deben ser los pilares sobre los cuales se construye el arte de nuestro, liberándolo de las cadenas de la superficialidad y la exclusión que amenazan con socavar su verdadero potencial transformador.

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