Aunque no quiero generalizar, porque hay muchos y muy buenos profesionales en este país, tenemos que admitir que existe una pequeña pero peculiar casta de individuos que, desde sus incómodos sillones Eames, deciden quién será el próximo Maurice d e Vlaminck que va a revolucionar el panorama artístico. La dinámica de este minúsculo pero influyente grupo decide básicamente la dirección que toma el arte contemporáneo…esos Midas de nuestros tiempos, a los que les dimos la “responsabilidad” de transformar simples mortales en estrellas del panorama artístico simplemente con su aprobación . (Desgraciadamente) Lo verdaderamente irónico de esta situación es que estos insiders del arte están perpetuamente obsesionados con descubrir al próximo gran outsider . Como si se tratara de cazar mariposas en el Animal Crossing , contactan con artistas y recorren los estud ios más recónditos del mundo del arte en busca de aquello que, por definición, debería estar fuera de su radar. Una paradoja al más
En tiempos de la Inteligencia Artificial, yo apelo al concepto de Estupidez Natural . Suelo ir bastante a galerías de arte y a museos, donde veo a personas viendo las obras a través de una pantalla, y no lo juzgo...pero eso me llevó a pensar en muchas cosas . Pienso que la tecnología no viene a sustituir a nadie, y utilizada de una manera correcta puede sernos de mucha ayuda. Nos ha tocado vivir la era digital y esta digitalización está apoderándose (si no lo ha hecho ya) del mundo, y obviamente los espacios artísticos tradicionales han tenido que experimentar una metamorfosis radical. Una infinidad de catálogos para visitas virtuales al alcance de la mano, pero ¿qué está pasándole a la visión física del arte? Y la pregunta más importante, ¿puede realmente “vi virse” el arte o vivir del arte con solo mirar una pantalla? No quiero que malinterpreten. La digitalización también trae cosas buenas consigo, y negarlo es querer ser un Australopithecus Digital , pero, ¿Basar toda la exper